sábado, 23 de octubre de 2010

Delirante obsesión

Las gotas de lluvia golpeaban contra el cristal y descendían lentamente hasta desaparecer, dejando a su paso los restos de un viaje del que era imposible conocer su principio, y aún menos su final.
No eran las nueve, y aun así ya había anochecido. Cosas del invierno.
El autobús avanzaba a duras penas entre la marea de coches que desesperaban por llegar a sus destinos, a un lugar en el que encontrar una manta y una taza de chocolate caliente.
Habían pasado dos semanas desde aquella noche, la Terrible Gran Noche, como ella había decidido llamarla.


"Nos veremos pronto. Nos veremos pronto."
No podía quitárselo de la cabeza. 
Aquella frase era su dulce tortura, su más delirante obsesión. 
Tenía miedo, pero lo deseaba más que a nada en el mundo.
Soñaba con él, con sus ojos grises, tan fríos y tan cálidos.
Soñaba con su cuerpo, con el calor de su piel.
Cada vez que su imagen cruzaba su pensamiento pasaba por su cuerpo un escalofrío electrizante que la obligaba a acariciarse hasta llegar al éxtasis, quedando destrozada bajo las sábanas de su cama. La primera vez fue un día después de la Terrible Gran Noche, al despertar por la mañana.
Un destello de luz provocado por el reflejo del sol en su espejo le recordó su mirada.
Sintió un calor irreconocible, un sudor frío que nacía de su frente, un impulso que controlaba sus manos, su mente.
Acabó extasiada, empapada de sudor bajo las sábanas, mientras en el sus más profundos pensamientos, intentaba comprender qué era lo que con tanta fuerza se había apoderado de ella.
Era la primera vez que hacía algo así. 
Necesitaba encontrarlo.




"Nos veremos pronto". 
Mentira.
Habían pasado dos semanas, y cada segundo que se sucedía, era un pinchazo más en su tortura, una gota más de agonía en un mar de sentimientos que no conseguía entender.


"Sólo tengo que traerlo de nuevo hacia a mí, una situación extrema. 
Vendrá. Lo sé.
Esta noche."

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