miércoles, 10 de noviembre de 2010

El gato negro

Era la noche más negra que nadie jamás había visto en años. 
Las nubes, en un extraño complot, tapaban hasta el más mínimo rastro de la luz de la Luna.
Corría un viento helado, de esos capaces de atravesar cualquier superficie, de esos que se clavan en los huesos, de esos que te congelan las mejillas y la nariz.
Ella sin embargo, permanecía ajena a todo aquel cuadro invernal, inmóvil ante aquel misterioso lugar.
Por qué allí?

Desde la acera de enfrente observaba la pequeña entrada: puertas negras y un neón morado en letras doradas. 
"Jazzmall club".
En las paredes un gran graffiti en las mismas tonalidades: un gato negro observaba desde un tejado a un saxofonista que desprendía notas mágicas que le daban color al mundo de su alrededor.
Con curiosidad examinaba a la clientela.
Chicos con traje y deportivas, gafas retro; otros bohemios, con pañuelos de flecos colgando; chicas sensuales, misteriosas, de colores oscuros y maquillajes discretos que enmarcaban su mirada como si del más bello cuadro se tratara.
Ella, tan simple, tan natural, con sus vaqueros y su chaqueta de cuero, desentonaba con aquella atmósfera bohemia, artística; como una ordinaria oveja blanca entre un rebaño de ovejas negras.

Al cabo de un cuarto de hora, se decidió a entrar.
Al abrir la puerta sintió una brisa caliente, como si se adentrara en una cuarta dimensión.
Allí dentro, una gran multitud que se agrupaba frente al escenario, en el ambiente, un absorbente saxo que penetraba en la sangre de forma tan dulce y tan amarga a la vez, que hacía el corazón palpitar al más puro estilo jazz.  
Las paredes rojas, negras, moradas llenas de notas musicales y claves de sol en un dorado elegante y cegador, y una vez más, el gato. El gato negro de ojos verdes. 
Hipnótico.

Poco a poco fue abriéndose paso hacia el escenario, guiada por aquellas desgarradoras notas, tan llenas de sufrimiento, de pasión, una esencia que le era terriblemente familiar.
Cuando quiso darse cuenta estaba en primera línea, y allí, en frente suyo, sus ojos grises, su piel pálida, su pelo moreno, su barba cuidadosamente cuidada.
Él.

Su corazón quedó paralizado por minutos, y su respiración, cortada.
Cada sonido que desprendía de su cuerpo le llegaba directamente al alma; cada nota le contaba una historia diferente.
Y su cuerpo, su cuerpo era música.



 

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