miércoles, 24 de noviembre de 2010

Prometo dar lo mejor de mi

Toda mi vida he vivido sumida en un infierno, en una cárcel en la que yo misma decidí sumirme.
Si algo puedo decir en mi defensa es que mi vida no ha sido fácil, aunque tal vez la muerte de mi madre tan sólo me sirvió de excusa para abandonarme en la miseria, ser feliz no es fácil.


Sin embargo, algo ha cambiado últimamente.
Empiezo a pensar que tal vez merezca la pena hacer un esfuerzo, que tanta tristeza no llevan a ninguna parte.
Siendo sincera, reconozco que más de una vez lo he intentado, he intentado valorar esos pequeños detalles, dejarme iluminar por la luz del sol por las mañanas, pero al final, la soledad de mi noche siempre ha conseguido devolverme a mi sombra habitual. En ella me cobijo agotada, exhausta por el esfuerzo, esperando una mano amiga que me ayude a levantarme, una mano que nunca llega.
Pero esta vez es diferente, lo presiento.
Quiero cambiar, hacer algo con mi vida, ser capaz de dar algo a los demás, hacerme amar, sentirme imprescindible para alguien.
Quiero dar lo mejor de mi, que me sigan, que me aprecien, olvidar esta terrible soledad.
Pero no puedo hacerlo sola.


De todas formas, prometo intentarlo.
Prometo ser feliz, prometo abrir las ventanas, prometo sentir la brisa en mis mejillas, prometo disfrutar cada momento, prometo dar lo mejor de mi.




Luna

lunes, 22 de noviembre de 2010

Esa misma noche...

Hola mamá...
Hace mucho que no te escribo, lo sé, pero tengo que decir que últimamente mi vida no ha sido más que un papel en blanco que se ahogaba cada noche en la barra de un bar, y lo admito, no estoy orgullosa de ello.
Pero algo ha cambiado, mamá: es él.
Se llama Cristian, o por lo menos yo le llamo así, me rescató de una de mis noches en que salí a ahogar las penas...
Me encantaría ver tu cara, mamá. Me encantaría ver tu cara de preocupación e intriga, pensando en quien será el hombre que le roba los pensamientos a tu niña.
Hoy pensando, me di cuenta de que tenía que apuntar otra cosa más en la lista de aquello que nos robaron.
Sí mamá, nos han robado una pelea, la típica pelea madre-hija por haber sido una irresponsable que sale al encuentro de un extraño. Me hubieras dicho que no era normal, que pensabas que era madura, que como podría haber sido así de irresponsable, que podría haberme pasado algo.

Después habrías venido a preguntarme por su color de ojos, por su nombre, por su voz. Me habrías pedido una presentación oficial en familia, y cómo no, yo me habría negado en rotundo mientras el calor de mis mejillas delataba mi incomodidad.
Nos han robado tantas cosas, mamá...
En cierto modo te has ahorrado un sufrimiento, no me hiñera gustado que me vieras así: despelujada y sin saber que hacer con mi vida, hacia que dirección empezar a correr...
Aunque por otra parte, quizá nunca hubieras permitido que llegara a esto...
Te echo de menos mamá.
Ojalá hubiera sabido apreciarte lo suficiente en su momento, ojalá hubiera escuchado todos tus consejos... Seguro que en cada momento de mi vida encontraría uno hecho a la medida de una cabeza soñadora como la mía.
Sabes? Pensé que algún día tu muerte dejaría de atormentarme, que te olvidaría y viviría más feliz en la ignorancia, pero han pasado 5 años y tu perfume está más presente en mi memoria que nunca.
Pero no te preocupes mamá, esta vez todo va a cambiar, lo presiento, esta vez es la definitiva, voy a hacerte sentir orgullosa allá donde quiera que estés.
Tu hija te quiere y te recuerda a cada día que pasa, no lo olvides.
Te quiere,
Luna

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pura química

Cuando su mente no era ya más que un espacio en blanco, cuando ya no podía distinguir entre figuras, cuando todo lo que podía percibir eran ya simples colores distorsionados, entonces, justo entonces, hubo algo. Hubo algo que la agarro fuertemente de las muñecas para dejarla abandonada en otra realidad, en la aburrida y absurda realidad en la que había vivido siempre.
La música había cesado, y poco a poco volvía a distinguir los rostros de aquellos que parecían jóvenes ricos rebeldes que se sumergían en aquel antro en un acto de rebeldía contra todo lo impuesto.
Levantó la vista al escenario justo a tiempo para ver un guiño de ojos, que indudablemente, a su parecer tenía que ser para ella.
Después desapareció en la oscuridad de forma casi poética, de una forma en la que sólo podía hacerlo él.
Ella se dirigió a la barra, y pidió uno de esos combinados cuyos nombres antes sólo había podido escuchar en películas clásicas.
Cuando se quiso dar cuenta un escalofrío le recorrió la espalda, su aliento en la nuca le cortaba la respiración.
Su presencia.
Apenas se atrevía a girarse, a encontrarse de frente con esa mirada gris que tanto le atrapaba, le hipnotizaba, que le invadía hasta en sueños. 
Temía quedar colgada de su cuerpo, de ser incapaz de articular palabra, de quedar inmóvil.
Él siguió allí, detrás, esperando.
Inspiró fuertemente, casi hasta a ahogarse, era oxígeno de más que estaba segura iba a necesitar.
Reunió todo el valor del universo, adoptó la actitud correspondiente a quien vive el momento que toda su vida sabe que va a llegar, ese momento decisivo que cambia la dirección del universo, el momento en que dos chispas chocan entre sí.
Se humedeció los labios, dispuesta a decir aquello que primero se le pasara por la mente, pues era de aquellas que cree que las conversaciones prefabricadas no llevan mas que al desastre.
Giró el taburete y...
Silencio.
Como presentía, su presencia, tan cerca de ella, la deslumbró.


-Has venido.
-No podría no haberlo hecho. 
-Lo sé.
-No vas a presentarte?
-Soy el tipo que te salvó la vida allá hace dos semanas...
-Dos semanas exactamente.
-No te sirve?
-No, quiero un nombre, lo necesito, y lo sabes.
-Escucha Luna, no voy a mentirte, y cualquier nombre que te dijera en este mismo momento no sería mas que mentira. No quiero eso contigo.
-Por qué?
-No me gusta mentir, tan raro es?
-No, no es eso. Por qué no puedo saber quien eres?
-Puedes saber quien soy, aunque parezca mentira, jamás trataré de impedírtelo, aunque resulte peligroso para los dos, y eso me preocupa. Simplemente no puedo darte un nombre.
-Por qué?
-Es peligroso, ya te lo he dicho, y también lo es que estés aquí ahora mismo.
-No lo entiendo...
-Mejor para ti.
-...y me da lo mismo, no me asusta el peligro, no tengo nada que perder. 
-Tienes tu vida.
-No es la vida más plena del mundo, sinceramente... Estoy sola.
-Ya no.
-Por qué todo esto? Por qué me salvaste la vida? Por qué hablamos cómo si lleváramos juntos toda la vida?
-En su momento lo entenderás, confía en mi.
-No se por qué, pero no puedo evitar hacerlo. No paro de pensar en la Terrible Gran Noche...
-La Terrible Gran Noche?
-Sí, la noche en que me salvaste...
-Sí, lo sé... Pero por qué ese nombre?
-Porque fue terrible, o por lo menos pudo haberlo sido... Pero fue grande, importante...
-Por qué?
-Porque se cruzaron nuestros caminos, y eso fue importante, lo presiento, lo sé, no me preguntes cómo.
-No necesito hacerlo, sé más de lo que tu te crees...
-Empezando por mi nombre... Que por cierto, tienes una última oportunidad para decirme el tuyo, o te pondré yo el que me apetezca...
-Decide entonces.
-Cristian, te llamas Cristian. Lo he decidido.
-Vale.
-Te da igual?
-No, que va! Es más, me gusta.
-Me alegro...
-Escucha, me he de ir...
-Pero ya? Tengo preguntas! Cómo me encontraste? Mi casa, mi nombre... Por qué querías verme hoy?
-Porque pensabas hacer otra estupidez si no lo hacía.
-Y cómo podías saber tú eso? Qué piensas? Que me he enamorado de ti o algo parecido? Porque...

-No tengo ni idea de lo que tu sientes, sólo sé lo que siento yo. Y por favor te lo pido, no vuelvas a hacer una estupidez así. Podrían haberte matado aquella noche.


-Sólo fue alcohol, me las habría apañado...
-Ah si? Porque recuerdo que cuando te salvé estabas acorralada por cuatro armarios con la bragueta ya desabrochada...
-Bueno... Pero quién te has...?
-Por favor, hazme caso. Me he de ir.
-Volveremos a vernos?
-Por supuesto.
-Cuando?
-Ya lo verás.
-Será pronto?
-Más de lo que tú te crees.
-Eso fue lo que dijiste la última vez...
-El tiempo es relativo...
-Y que lo digas...
-Cuídate, vale? Nos veremos pronto, esta vez te lo prometo.

Y antes de que pudiera volver a aspirar su olor, se había ido.
A su alrededor, una nube de humo, repleta de huidizas conversaciones y de risas suspendidas en el aire.
En su interior, una especie de corriente eléctrica, una mezcla de emoción, suspense, ganas de más.
Vida.






Esta entrada está dedicada a Tania Dreamy, por haberla hecho posible.
Gracias.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

S.O.S!

Si alguien sabe si existen los borradores en blogger por favor que me lo diga, la siguiente entrega de placeres insospechados, borrada totalmente del mapa por un error del navegador.
Y prometía...
Frustación.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El gato negro

Era la noche más negra que nadie jamás había visto en años. 
Las nubes, en un extraño complot, tapaban hasta el más mínimo rastro de la luz de la Luna.
Corría un viento helado, de esos capaces de atravesar cualquier superficie, de esos que se clavan en los huesos, de esos que te congelan las mejillas y la nariz.
Ella sin embargo, permanecía ajena a todo aquel cuadro invernal, inmóvil ante aquel misterioso lugar.
Por qué allí?

Desde la acera de enfrente observaba la pequeña entrada: puertas negras y un neón morado en letras doradas. 
"Jazzmall club".
En las paredes un gran graffiti en las mismas tonalidades: un gato negro observaba desde un tejado a un saxofonista que desprendía notas mágicas que le daban color al mundo de su alrededor.
Con curiosidad examinaba a la clientela.
Chicos con traje y deportivas, gafas retro; otros bohemios, con pañuelos de flecos colgando; chicas sensuales, misteriosas, de colores oscuros y maquillajes discretos que enmarcaban su mirada como si del más bello cuadro se tratara.
Ella, tan simple, tan natural, con sus vaqueros y su chaqueta de cuero, desentonaba con aquella atmósfera bohemia, artística; como una ordinaria oveja blanca entre un rebaño de ovejas negras.

Al cabo de un cuarto de hora, se decidió a entrar.
Al abrir la puerta sintió una brisa caliente, como si se adentrara en una cuarta dimensión.
Allí dentro, una gran multitud que se agrupaba frente al escenario, en el ambiente, un absorbente saxo que penetraba en la sangre de forma tan dulce y tan amarga a la vez, que hacía el corazón palpitar al más puro estilo jazz.  
Las paredes rojas, negras, moradas llenas de notas musicales y claves de sol en un dorado elegante y cegador, y una vez más, el gato. El gato negro de ojos verdes. 
Hipnótico.

Poco a poco fue abriéndose paso hacia el escenario, guiada por aquellas desgarradoras notas, tan llenas de sufrimiento, de pasión, una esencia que le era terriblemente familiar.
Cuando quiso darse cuenta estaba en primera línea, y allí, en frente suyo, sus ojos grises, su piel pálida, su pelo moreno, su barba cuidadosamente cuidada.
Él.

Su corazón quedó paralizado por minutos, y su respiración, cortada.
Cada sonido que desprendía de su cuerpo le llegaba directamente al alma; cada nota le contaba una historia diferente.
Y su cuerpo, su cuerpo era música.