La mía y la de todos, supongo.
Al final, resulta que todo esto no es mas que un juego de azar, una ruleta de la suerte: cada segundo, cada acción, cada gesto, cada decisión hacen girar la flecha hacia un destino diferente. Cuál? Es imposible saberlo. Escribimos nuestra historia día a día, elegimos nuestro destino sin saberlo, sin poder decidir que vida es la que queremos, simplemente nos levantamos cada mañana y esperamos pacientemente el destino de la flecha.
Mientras esperamos, tomamos nuestras pequeñas decisiones, decisiones que dan un nuevo impulso a nuestro mundo, decisiones que dirigen nuestro futuro de la forma más inconsciente posible.
Así llegué yo al día de hoy: sentada en un avión, rumbo a París, una ciudad de sueños. A mi lado, un hombre al que a penas conozco, hacia el que siento una atracción inexplicable, un impulso casi animal, el hombre más misterioso que jamás he conocido, el que ha cambiado mi vida, y el que contra toda lógica universal acecha a cada segundo para poder salvarme del más mínimo peligro.
El pasado, el presente, ya nada es verdad. Todo aquello que creemos que es la verdad más absoluta, cambia en el momento más inesperado para derrumbar nuestro universo ante nuestras propias narices.
Vives toda tu vida habiendo presenciado el trágico e inexplicable asesinato de tu madre inocente, en el más perfecto anonimato, convives con la más perfecta de las mentiras sin saberlo, hasta que un día todo se cae.
Un día cualquiera decides salir a dar un paseo por el parque, cambiar tu vida hacia mejor, te resbalas en un charco, y haces girar la ruleta.
Te encuentras con un hombre anónimo, un hombre que te conoce, que te aterroriza, y descubres tu pasado, tu verdadera vida, pues ya ni a ti misma te puedes conocer.
Te encuentras con la nueva identidad de tu madre, una identidad atroz.
Descubres que el asesino de tu madre es tu verdadero padre, un asesino que durante décadas aterrorizó la más grande de las ciudades y que ante todo pronóstico consiguió huir de los brazos de la justicia.
Y tú?
Ya no eres huérfana, y ni mucho menos anónima.
Ahora tu padre te busca. Que alivio, verdad?
Lo sería si no fuera para matarme.
¿Pruebas yo? ¿Sin tan siquiera conocerle? No me lo consigo explicar.
Y el hombre sentado a mi lado?
Me conoce, conoce mi vida, mi historia, y yo no sé nada de él.
Mi destino: París, si, París, otra gran ciudad, una nueva vida de la que aun no conozco ni el principio.
¿Desde cuando un paseo era sinónimo de abismo?