sábado, 18 de diciembre de 2010

Juego de azar

Mi vida, el caos más absoluto que nadie pueda imaginar.
La mía y la de todos, supongo.
Al final, resulta que todo esto no es mas que un juego de azar, una ruleta de la suerte: cada segundo, cada acción, cada gesto, cada decisión hacen girar la flecha hacia un destino diferente. Cuál? Es imposible saberlo. Escribimos nuestra historia día a día, elegimos nuestro destino sin saberlo, sin poder decidir que vida es la que queremos, simplemente nos levantamos cada mañana y esperamos pacientemente el destino de la flecha.

Mientras esperamos, tomamos nuestras pequeñas decisiones, decisiones que dan un nuevo impulso a nuestro mundo, decisiones que dirigen nuestro futuro de la forma más inconsciente posible.
Así llegué yo al día de hoy: sentada en un avión, rumbo a París, una ciudad de sueños. A mi lado, un hombre al que a penas conozco, hacia el que siento una atracción inexplicable, un impulso casi animal, el hombre más misterioso que jamás he conocido, el que ha cambiado mi vida, y el que contra toda lógica universal acecha a cada segundo para poder salvarme del más mínimo peligro.

El pasado, el presente, ya nada es verdad. Todo aquello que creemos que es la verdad más absoluta, cambia en el momento más inesperado para derrumbar nuestro universo ante nuestras propias narices. 
Vives toda tu vida habiendo presenciado el trágico e inexplicable asesinato de tu madre inocente, en el más perfecto anonimato, convives con la más perfecta de las mentiras sin saberlo, hasta que un día todo se cae.
Un día cualquiera decides salir a dar un paseo por el parque, cambiar tu vida hacia mejor, te resbalas en un charco, y haces girar la ruleta.
Te encuentras con un hombre anónimo, un hombre que te conoce, que te aterroriza, y descubres tu pasado, tu verdadera vida, pues ya ni a ti misma te puedes conocer.
Te encuentras con la nueva identidad de tu madre, una identidad atroz.
Descubres que el asesino de tu madre es tu verdadero padre, un asesino que durante décadas aterrorizó la más grande de las ciudades y que ante todo pronóstico consiguió huir de los brazos de la justicia.
Y tú?
Ya no eres huérfana, y ni mucho menos anónima.
Ahora tu padre te busca. Que alivio, verdad?
Lo sería si no fuera para matarme.
¿Pruebas yo? ¿Sin tan siquiera conocerle? No me lo consigo explicar.
Y el hombre sentado a mi lado? 
Me conoce, conoce mi vida, mi historia, y yo no sé nada de él.
Mi destino: París, si, París, otra gran ciudad, una nueva vida de la que aun no conozco ni el principio.
¿Desde cuando un paseo era sinónimo de abismo?

sábado, 4 de diciembre de 2010

Como un tropiezo cambia tu vida para siempre

El día en el que estuvo a punto de morir, Luna se levantó al ritmo de un "Love in an elevator", con un Steven Tyler que parecía salirse de las ondas de radio.

Aquel día, Luna decidió empezar a ser feliz, y no encontró mejor forma de intentarlo que ir a dar un paseo bajo la nieve del parque que la había visto crecer, que la había visto enamorarse, llorar de rabia, de impotencia, y en el que durante unos años borrosos ya en su memoria, había sido completa e inocentemente feliz.
Aquella decisión cambió su vida para siempre.
Aquel minúsculo detalle, aquel conjunto de casualidades que hicieron que saliera de su casa a las 10.13 de la mañana de aquel día, sábado, harían que cambiara por completo su forma de entender la vida, que tuviera que dejar atrás todo aquello con lo que había convivido durante 22 años en aquella alegre y a veces siniestra ciudad.
Aquella mañana, el hecho de que ella se tropezara con una piedra, de que se manchara con un charco de barro, que se sentara en un banco casi congelado a limpiarse, hizo que se encontrara por casualidad con un hombre.

Un hombre que la miró fijamente a los ojos, un hombre que quedó paralizado delante de ella, que observó con detenimiento la cicatriz que tenía en su mejilla, y que la acariciaba suavemente mientras ella notaba como se congelaba su respiración, como sus ojos buscaban aterrorizados un rostro que pudiera convertirse en amigo al instante, como sus piernas temblorosas hacían un esfuerzo sobrenatural por mantenerse rectas.
Él seguía allí, inmóvil, con su gélida mano en su mejilla, con los ojos desorbitados, como si en aquel pequeño rastro de violencia tuvieran un significado infinito en su vida. 

Allí se mantuvo durante casi cinco minutos.
Cinco interminables minutos en los que ella se sintió desaparecer del mundo, dejando en tierra un cuerpo preso del pánico, dejando en su atmósfera un simple halo de desesperación.
Y fue entonces, cuando sintió que su cuerpo iba a desfallecer, cuando aquel hombre aparentemente tan normal, aquel hombre que únicamente con su presencia había conseguido paralizarle el corazón de miedo, aquel hombre, siguió andando.

Sintió un mareo absurdo, sintió como sus piernas se despedían de su capacidad de control, y por último, una milésima de segundo antes de desplomarse en la blanca nieve, un abrazo sobre su cintura que impedía aquel gélido e inevitable impacto.

Su inconfundible voz:
Vamos a tu casa, haz las maletas, te vas de aquí esta misma tarde.  
Nos vamos.
Te ha encontrado.

Una vez más, su casual y perfecta aparición, sus anchos hombros y aquel dulce olor, elegante, sexy, aquel olor que hacía que su inconsciencia se convirtiera en su paraíso.
Ya en el ascensor, haciendo un esfuerzo sobre humano, consiguió reencontrarse con las cuerdas que controlaban el sonido de su voz:
-Y a dónde vamos?
-Vas a comenzar una nueva vida, asique supongo que lo mínimo es que seas tú quien elija donde hacerlo.
-París, quiero ir a París.
Y volvió a desvanecerse en sus brazos mientras sus ojos verdes se fundían en la magia del gris eléctrico de los suyos.

Y en el hilo musical, un "Love in an elevator" con un Steven Tyler que anunciaba el principio del final de aquella vida, su vida triste y gris.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Prometo dar lo mejor de mi

Toda mi vida he vivido sumida en un infierno, en una cárcel en la que yo misma decidí sumirme.
Si algo puedo decir en mi defensa es que mi vida no ha sido fácil, aunque tal vez la muerte de mi madre tan sólo me sirvió de excusa para abandonarme en la miseria, ser feliz no es fácil.


Sin embargo, algo ha cambiado últimamente.
Empiezo a pensar que tal vez merezca la pena hacer un esfuerzo, que tanta tristeza no llevan a ninguna parte.
Siendo sincera, reconozco que más de una vez lo he intentado, he intentado valorar esos pequeños detalles, dejarme iluminar por la luz del sol por las mañanas, pero al final, la soledad de mi noche siempre ha conseguido devolverme a mi sombra habitual. En ella me cobijo agotada, exhausta por el esfuerzo, esperando una mano amiga que me ayude a levantarme, una mano que nunca llega.
Pero esta vez es diferente, lo presiento.
Quiero cambiar, hacer algo con mi vida, ser capaz de dar algo a los demás, hacerme amar, sentirme imprescindible para alguien.
Quiero dar lo mejor de mi, que me sigan, que me aprecien, olvidar esta terrible soledad.
Pero no puedo hacerlo sola.


De todas formas, prometo intentarlo.
Prometo ser feliz, prometo abrir las ventanas, prometo sentir la brisa en mis mejillas, prometo disfrutar cada momento, prometo dar lo mejor de mi.




Luna